DOS CABALGAN JUNTOSEste enlace lleva a escenas y comentarios de la película
Ficha técnica
Título original: TWO RODE TOGETHER
Año: 1961
Nacionalidad: U.S.A.
Duración: 105 minutos
Director: John Ford
Productor: Stan Shpetner
Guión: Frank Nugent (basado en una novela de Will Cook)
Música: George Dunning
Fotografía: Charles Lawton, J.R.
Actores: James Stewart, Richard Widmark, Shirley Jones, Linda Cristal, Andy Devine y John McIntire.
Género: Western
Título original: TWO RODE TOGETHER
Año: 1961
Nacionalidad: U.S.A.
Duración: 105 minutos
Director: John Ford
Productor: Stan Shpetner
Guión: Frank Nugent (basado en una novela de Will Cook)
Música: George Dunning
Fotografía: Charles Lawton, J.R.
Actores: James Stewart, Richard Widmark, Shirley Jones, Linda Cristal, Andy Devine y John McIntire.
Género: Western
Tema y aplicación educativa: El racismo y la hipocresía.
Argumento: El rescate, al cabo de los años, de unos niños blancos raptados por los indios comanches.
Argumento: El rescate, al cabo de los años, de unos niños blancos raptados por los indios comanches.
Sinopsis: Un sheriff, experto en asuntos indios, es requerido por el ejército para rescatar a unos niños –hijos de colonos blancos– que fueron raptados por los indios comanches años atrás. En principio, se niega a participar en esta misión; accede a la misma a cambio de una importante suma de dinero. Le acompañará un teniente de caballería con quien mantiene una antigua amistad. El resultado de la misión es desastroso, pues los niños blancos son ahora adultos y se sienten indios. Tan sólo accede de buen grado una muchacha de origen mexicano, que deberá enfrentarse a la incomprensión de una sociedad blanca que no le perdona haber convivido con indios.
IMAGEN: Copyright de sus autores originales. La imagen se muestra con fines informativos y no comerciales.
IMAGEN: Copyright de sus autores originales. La imagen se muestra con fines informativos y no comerciales.
Comentario
John Ford, uno de los más celebrados directores de cine (“Las uvas de la ira”, “El hombre tranquilo”, “¡Qué verde era mi valle!”...), se volcó especialmente en la realización de películas del Oeste y firmó muchas de las mejores (“La diligencia”, “Pasión de los fuertes”, “Fort Apache”, “Centauros del desierto”...).
En 1961 John Ford tenía 66 años y se encontraba en el cenit de su sabiduría artística. "Dos cabalgan juntos" se beneficia de esta circunstancia. Si bien, tradicionalmente, no suele ser citada como entre las mejores películas de su director –ocupando un espacio secundario y un tanto olvidado en su brillante filmografía– se trata de una cinta de gran calidad. No debe ser ajeno a este hecho –la escasa consideración que le brindan muchos críticos a esta película– el que el propio Ford la menospreciara en su momento.
No hay primeros planos en toda la película. Ford utiliza sobre todo los planos generales. Y es de gran interés el uso del plano-secuencia, muy presente en toda la película. Es de especial notabilidad la escena del diálogo en el río entre los dos protagonistas (casi cuatro minutos). La fotografía es excelente y los personajes son retratados perfectamente, moviéndose con precisión en el decorado. La música es muy apropiada al género y al tema de la película, pues contiene notas que evocan la acción, la naturaleza, la nostalgia y el romanticismo. El ritmo de la película es sereno, engarzando muy hábilmente los instantes dramáticos con los más amables.
Ya en "Centauros del desierto" (1956), Ford tocó el tema del rescate de blancos raptados por indios, y es aquí –en "Dos cabalgan juntos"– cuando se explaya en la denuncia de una sociedad que comete varias equivocaciones. La primera de todas ellas es la de ignorar las leyes del aprendizaje –los niños blancos criados por indios se sienten e identifican como indios–. La segunda actitud equivocada es la de mostrarse el grupo hipócrita y no solidario con quien adviene a él –el retorno de blancos a su sociedad es vergonzante para ésta y provoca culpabilidad en el retornado, más aún si es una mujer–. La tercera idea equivocada es la del fanatismo religioso, que niega toda posibilidad de razonamiento sobre el entendimiento entre dos culturas y facilita, así, el mantenimiento del racismo y la justificación de la venganza.
Siendo una película del Oeste, llama la atención los pocos disparos que se producen; sólo dos de ellos provocan una muerte, la del comanche que intenta recuperar a su esposa. Es uno de los momentos más intensos de la cinta, pues su muerte no cumple una función vengadora, apenas equilibrante, y sí en cambio, nos deja con una cierta sensación de injusticia. Basta observar la reacción india de la esposa blanca ante la muerte de quien fue su compañero, para dar por sentado lo espinoso de la situación en la que queda la mujer, que anticipa el desarraigo que se presentará a continuación.
Otro momento dramático, el culminante, es la constatación de la verdadera identidad de un joven indio, instantes antes de ser ejecutado por un grupo de blancos enloquecidos y rabiosos. A este contenido dramático Ford opone un fondo amable de gran carga irónica, utilizando las dotes interpretativas de James Stewart –que se desenvuelve como pez en el agua durante toda la cinta–, y de Richard Widmark –en su personaje de sencillo militar, tan al gusto de Ford.
El mundo militar representa, en la cinta y en la mentalidad de Ford, la serenidad y la seguridad, ante una autoridad civil, corrupta y cínica (representada por el sheriff) y, además, estúpida (representada por el ayudante del sheriff), y también ante una sociedad civil interesada, representada por el hombre de negocios (al que le viene bien “cualquier joven indio”). Ford –cuyo alter ego debe ser el personaje del comandante del fuerte, interpretado por el actor John McIntire– se venga del sheriff colocándolo entre rejas un tiempo, y se venga del hombre de negocios mediante un cubo de agua, se supone que bastante sucia, lanzado por el indio.
A denuncia de la autoridad civil –el sheriff se lleva el diez por ciento de las ganancias del pueblo– también opone Ford, paradójicamente, la torpeza y la incapacidad militar para resolver los problemas –pues es un civil el que los soluciona-. Lo que más denuncia Ford –y es un intento de reconciliar a blancos e indios– es la intransigencia racista mantenida por factores religiosos. Si el sheriff es para los colonos el enviado de Dios, está claro que, para ellos, el indio es el diablo. El fanatismo religioso es despreciado por el comandante del fuerte –“ese tipo bíblico”, dice de forma despectiva–. Y la única rescatada, la mejicana, no es bien recibida por el grupo, ya que para conseguir su reincorporación a la sociedad blanca deberá hacerlo lejos de quienes conocen su pasado indio. La muerte del joven indio –no tan indio al final, pero demasiado al final–, ejecutado por los blancos, presenta con precisión la amargura y el desencanto de una sociedad que sólo ve en la venganza el único remedio de sus males
Los actores se desenvuelven muy bien. El encuentro entre Ford y Stewart se produjo tarde –cuando ya los dos lo habían hecho casi todo–, pero fue fructífero. Volverían a cooperar –enseguida– en "El hombre que mató a Liberty Valance" y en "Cheyenne Autumn" ("El gran combate"). En esta última también repetiría Widmark. El comandante del fuerte es interpretado magníficamente –como siempre– por John McIntire. El contrapunto amable lo pone, una vez más con John Ford, el personaje de Andy Devine (el sargento gordo).
En suma, una película muy completa y, a pesar del tema, muy agradable de ver. Contiene todos los elementos del universo fordiano, aunque, por una vez, el Monument Valley se quedó en el tintero.
John Ford llegó a tildar a esta película como "la mierda más grande que he hecho en veinte años". Las razones que tuvo para ello no están nada claras (se habla de problemas de producción o problemas con el reparto); a la vista de la cinta, hay que pensar que esta opinión fue un exabrupto del director, un momento de mal genio.
(PGM: Enciclopedia Imaginaria, 2003)
John Ford, uno de los más celebrados directores de cine (“Las uvas de la ira”, “El hombre tranquilo”, “¡Qué verde era mi valle!”...), se volcó especialmente en la realización de películas del Oeste y firmó muchas de las mejores (“La diligencia”, “Pasión de los fuertes”, “Fort Apache”, “Centauros del desierto”...).
En 1961 John Ford tenía 66 años y se encontraba en el cenit de su sabiduría artística. "Dos cabalgan juntos" se beneficia de esta circunstancia. Si bien, tradicionalmente, no suele ser citada como entre las mejores películas de su director –ocupando un espacio secundario y un tanto olvidado en su brillante filmografía– se trata de una cinta de gran calidad. No debe ser ajeno a este hecho –la escasa consideración que le brindan muchos críticos a esta película– el que el propio Ford la menospreciara en su momento.
No hay primeros planos en toda la película. Ford utiliza sobre todo los planos generales. Y es de gran interés el uso del plano-secuencia, muy presente en toda la película. Es de especial notabilidad la escena del diálogo en el río entre los dos protagonistas (casi cuatro minutos). La fotografía es excelente y los personajes son retratados perfectamente, moviéndose con precisión en el decorado. La música es muy apropiada al género y al tema de la película, pues contiene notas que evocan la acción, la naturaleza, la nostalgia y el romanticismo. El ritmo de la película es sereno, engarzando muy hábilmente los instantes dramáticos con los más amables.
Ya en "Centauros del desierto" (1956), Ford tocó el tema del rescate de blancos raptados por indios, y es aquí –en "Dos cabalgan juntos"– cuando se explaya en la denuncia de una sociedad que comete varias equivocaciones. La primera de todas ellas es la de ignorar las leyes del aprendizaje –los niños blancos criados por indios se sienten e identifican como indios–. La segunda actitud equivocada es la de mostrarse el grupo hipócrita y no solidario con quien adviene a él –el retorno de blancos a su sociedad es vergonzante para ésta y provoca culpabilidad en el retornado, más aún si es una mujer–. La tercera idea equivocada es la del fanatismo religioso, que niega toda posibilidad de razonamiento sobre el entendimiento entre dos culturas y facilita, así, el mantenimiento del racismo y la justificación de la venganza.
Siendo una película del Oeste, llama la atención los pocos disparos que se producen; sólo dos de ellos provocan una muerte, la del comanche que intenta recuperar a su esposa. Es uno de los momentos más intensos de la cinta, pues su muerte no cumple una función vengadora, apenas equilibrante, y sí en cambio, nos deja con una cierta sensación de injusticia. Basta observar la reacción india de la esposa blanca ante la muerte de quien fue su compañero, para dar por sentado lo espinoso de la situación en la que queda la mujer, que anticipa el desarraigo que se presentará a continuación.
Otro momento dramático, el culminante, es la constatación de la verdadera identidad de un joven indio, instantes antes de ser ejecutado por un grupo de blancos enloquecidos y rabiosos. A este contenido dramático Ford opone un fondo amable de gran carga irónica, utilizando las dotes interpretativas de James Stewart –que se desenvuelve como pez en el agua durante toda la cinta–, y de Richard Widmark –en su personaje de sencillo militar, tan al gusto de Ford.
El mundo militar representa, en la cinta y en la mentalidad de Ford, la serenidad y la seguridad, ante una autoridad civil, corrupta y cínica (representada por el sheriff) y, además, estúpida (representada por el ayudante del sheriff), y también ante una sociedad civil interesada, representada por el hombre de negocios (al que le viene bien “cualquier joven indio”). Ford –cuyo alter ego debe ser el personaje del comandante del fuerte, interpretado por el actor John McIntire– se venga del sheriff colocándolo entre rejas un tiempo, y se venga del hombre de negocios mediante un cubo de agua, se supone que bastante sucia, lanzado por el indio.
A denuncia de la autoridad civil –el sheriff se lleva el diez por ciento de las ganancias del pueblo– también opone Ford, paradójicamente, la torpeza y la incapacidad militar para resolver los problemas –pues es un civil el que los soluciona-. Lo que más denuncia Ford –y es un intento de reconciliar a blancos e indios– es la intransigencia racista mantenida por factores religiosos. Si el sheriff es para los colonos el enviado de Dios, está claro que, para ellos, el indio es el diablo. El fanatismo religioso es despreciado por el comandante del fuerte –“ese tipo bíblico”, dice de forma despectiva–. Y la única rescatada, la mejicana, no es bien recibida por el grupo, ya que para conseguir su reincorporación a la sociedad blanca deberá hacerlo lejos de quienes conocen su pasado indio. La muerte del joven indio –no tan indio al final, pero demasiado al final–, ejecutado por los blancos, presenta con precisión la amargura y el desencanto de una sociedad que sólo ve en la venganza el único remedio de sus males
Los actores se desenvuelven muy bien. El encuentro entre Ford y Stewart se produjo tarde –cuando ya los dos lo habían hecho casi todo–, pero fue fructífero. Volverían a cooperar –enseguida– en "El hombre que mató a Liberty Valance" y en "Cheyenne Autumn" ("El gran combate"). En esta última también repetiría Widmark. El comandante del fuerte es interpretado magníficamente –como siempre– por John McIntire. El contrapunto amable lo pone, una vez más con John Ford, el personaje de Andy Devine (el sargento gordo).
En suma, una película muy completa y, a pesar del tema, muy agradable de ver. Contiene todos los elementos del universo fordiano, aunque, por una vez, el Monument Valley se quedó en el tintero.
John Ford llegó a tildar a esta película como "la mierda más grande que he hecho en veinte años". Las razones que tuvo para ello no están nada claras (se habla de problemas de producción o problemas con el reparto); a la vista de la cinta, hay que pensar que esta opinión fue un exabrupto del director, un momento de mal genio.
(PGM: Enciclopedia Imaginaria, 2003)
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