Pablo Ángel Gil Morales
Artículo del libro del 75 aniversario de la F.P en San Fernando y del 25 aniversario del IES Las Salinas
1. ¿Qué deporte educativo?
La utilización del deporte en la educación es un tema que se ha debatido desde hace bastante tiempo. El deporte, con sus características fuertes (implicación corporal, competición y reglamentación), ha sido admitido y rechazado en diversos momentos y por diferentes pensadores. En este contexto, debe quedar claro que con el término deporte estamos centrándonos en el deporte riguroso, el que asume las características antes mencionadas, y el que tiene su modelo más conocido en el deporte profesional. Por tanto, no cabe confundir ahora el deporte con el área o materia de educación física. En todo caso, y para aclarar el planteamiento que sigue, de lo que se trata es de convenir la inclusión, la contemplación o el tratamiento del deporte en la educación física.
Este debate se ha vuelto a actualizar últimamente con ocasión de la proclamación del año 2004 como “año europeo de la educación a través del deporte”. Se han esgrimido voces a favor –muchas– y voces en contra –pocas– . Los profesores de educación física no siguen una misma línea de opinión, aunque la mayoría se sorprende ante la proclamación de “año europeo” para un fenómeno que no pueden desarrollar con los actuales planteamientos educativos. Dejando, momentáneamente, de lado la conveniencia de la inclusión del deporte en las horas de educación física, no hay que olvidar los siguientes hechos:
- La educación física se oferta a razón de sólo dos horas semanales.
Artículo del libro del 75 aniversario de la F.P en San Fernando y del 25 aniversario del IES Las Salinas
1. ¿Qué deporte educativo?
La utilización del deporte en la educación es un tema que se ha debatido desde hace bastante tiempo. El deporte, con sus características fuertes (implicación corporal, competición y reglamentación), ha sido admitido y rechazado en diversos momentos y por diferentes pensadores. En este contexto, debe quedar claro que con el término deporte estamos centrándonos en el deporte riguroso, el que asume las características antes mencionadas, y el que tiene su modelo más conocido en el deporte profesional. Por tanto, no cabe confundir ahora el deporte con el área o materia de educación física. En todo caso, y para aclarar el planteamiento que sigue, de lo que se trata es de convenir la inclusión, la contemplación o el tratamiento del deporte en la educación física.
Este debate se ha vuelto a actualizar últimamente con ocasión de la proclamación del año 2004 como “año europeo de la educación a través del deporte”. Se han esgrimido voces a favor –muchas– y voces en contra –pocas– . Los profesores de educación física no siguen una misma línea de opinión, aunque la mayoría se sorprende ante la proclamación de “año europeo” para un fenómeno que no pueden desarrollar con los actuales planteamientos educativos. Dejando, momentáneamente, de lado la conveniencia de la inclusión del deporte en las horas de educación física, no hay que olvidar los siguientes hechos:
- La educación física se oferta a razón de sólo dos horas semanales.
- La educación física no se oferta en los cursos de segundo de bachillerato (es opcional).
- La educación física no se oferta en la educación de adultos.
- La educación física no se oferta en los bachilleratos de adultos.
- La educación física no se oferta en los bachilleratos a distancia.
- Los profesores de educación física tienen el mismo status profesional que los de otras asignaturas (horas lectivas, tutorías, guardias, horas complementarias...) por lo que no cabe esperar que desarrollen actividades deportivas en los centros de forma añadida y ajena a sus horarios (por ejemplo, por las tardes).
- No ha habido ningún movimiento administrativo dirigido a contratar o a ofertar plazas de plantilla a titulados técnicos deportivos en animación deportiva que pudieran desarrollar las actividades deportivas en los centros en forma de talleres o escuelas deportivas. Al igual que existe un personal no docente concreto (limpiadoras, conserjes, administrativos y, a veces, bibliotecarios y cuidadores, en los centros educativos), pudiera pensarse en la conveniencia de ampliar este tipo de servicios con profesionales idóneos.
Quienes han abierto este debate y quienes han calificado al 2004 como año de la educación a través del deporte –que tendrá, dicen, continuidad en el 2005, desarrollándose “medidas específicas”– tienen ante sí estos problemas. Por ahora, lo más que más se ha escuchado en las jornadas celebradas, son las propuestas realizadas por representantes de las administraciones educativas y deportivas, atendiendo a los valores educativos del deporte y a la importancia de la colaboración de los voluntarios. Esta mención, la de los voluntarios, nos hace temer a buena parte de los profesores de educación física que la seriedad del debate y de la preocupación por el deporte y sus valores, se quede en nada.
Mientras tanto, y por nuestra parte, vamos a intentar aclarar algo sobre el supuesto sentido educativo del deporte. Para ello, partimos de la exposición de una experiencia concreta.
Cortés et al (1996) llevan a cabo una experiencia sobre el deporte – en un centro de Secundaria– caracterizada por la organización de actividades deportivas de forma autónoma por parte de los alumnos. Lo hacen al principio del curso académico, como parte de una unidad didáctica denominada Reflexión sobre los deportes. Durantes seis sesiones los alumnos juegan, organizan, observan, hacen de entrenadores, de capitanes, de suplentes, de árbitros, etc. Los resultados de las observaciones y anotaciones (que fueron cuantificadas y comentadas con el grupo como parte de las actividades de la unidad didáctica) no son alentadores: una alta presencia de lenguaje soez, sexista, discriminatorio y agresivo, comportamientos discriminatorios en razón de sexo y de diferencias en habilidad motriz, enfrentamientos, autodiscriminaciones, pasividad, intentos de hacer trampas...
Es razonable suponer que dicha “puesta en escena” es consecuencia de modelos deportivos basados en la alta competición, suficientemente divulgados y conocidos por los alumnos (Fernández, 1998), a pesar del planteamiento emic de la competición deportiva –“un imponente aparato ético” (Parlebas, 1988)–, en el que debemos encontrar la idoneidad educativa del deporte (Carta Olímpica del año 1993).
La línea actual de la Administración Educativa –expresada en nuestra Comunidad Autónoma (Consejería de Educación y Ciencia, 1992; 1994) en los decretos 106/92 para la ESO y 126/94 para el Bachillerato– parece distanciarse del modelo deportivo profesional y de alta competición, para subrayar el interés de otros aspectos, como su aprovechamiento para favorecer la comunicación y la socialización, por un lado, y para insistir en ofertar el deporte con carácter abierto a la participación de todos (incluyendo la atención a la diversidad). Así, de los valores intrínsecos del deporte que Seirullo propone (Blázquez, 1995) –agonístico, lúdico y eronístico–, es el agonístico el que pierde peso específico y presencia en el discurso oficial educativo. Al proponer un modelo abierto a la participación se merma otra característica de la alta competición: la selección de los más eficientes desde el punto de vista motriz.
En el anexo II del Decreto 106/92 se escribe “...es necesario aprovechar las posibilidades educativas que el deporte ofrece como: acatar las reglas, las normas, las decisiones, el respeto y la tolerancia hacia el juez y los adversarios, la aceptación de la derrota, el aprender a recibir la victoria sin estridencias y el establecimiento de relaciones de amistad y afecto entre compañeros y eventuales adversarios”.
De ello se derivan una serie de justificaciones que hacen del deporte un medio educativo apropiado:
- El deporte puede favorecer aprender a perder.
- El deporte puede enseñar el respeto a unas normas y el autocontrol de la persona.
- El deporte puede incrementar la capacidad de relacionarse unos con otros.
Nótese la forma condicional con la que están expresadas las justificaciones ya que, a la vista de lo expuesto anteriormente (la experiencia de Cortés) parece razonable que, para que se puedan trabajar dichas justificaciones es necesaria la intervención educativa y no bastará la simple mención o expresión de las mismas. Es precisamente la necesidad de esta intervención educativa, lo que hace que el deporte escolar no sea equivalente al deporte en edad escolar (Blázquez, 1995), pues el practicado en ambientes ajenos al educativo suscita situaciones alejadas de los objetivos educativos, sobre todo cuando no están presentes los educadores, y sí los entrenadores o padres (Petrus, 1988).
A la vista de lo considerado, el marco que pudiera sostener el deporte educativo, siguiendo a Burriel y Carranza (1995), debiera propiciar las ideas preconizadas por la Administración Educativa, que pueden resumirse como sigue:
Tener un carácter abierto a la participación de todos.
Tener como fin las intenciones educativas expresadas en los objetivos generales.
No tener como fundamental el resultado de la actividad (ganar o perder).
2. Los valores deportivos y los valores sociales
La insistencia en el poder socializador del deporte parece un argumento de peso acerca de la conveniencia de su inclusión como medio educativo. Por ello, parece adecuado intentar exponer cuáles son los valores sociales con los que el deporte pueda llegar a colaborar o contribuir. Los valores son definidos por Rokeach (Gutiérrez, 1995) como “una creencia duradera donde un modo de conducta o un estado último de existencia es personal y socialmente preferible a un opuesto modo de conducta o estado último de existencia”. Schwartz y Bilski (1990), en la línea culturalista, presentan unas categorías de valores a los que agrupan en una serie de dominios de contenido, expuestos a continuación:
· DISFRUTE
· SEGURIDAD
· REALIZACIÓN, LOGRO.
· AUTODIRECCIÓN
· CONFORMIDAD RESTRICTIVA
· PROSOCIAL
· PODER SOCIAL
· MADUREZ
La incidencia sobre las relaciones individuo-grupo o individuo-sociedad coloca a estos dominios de contenido como individualistas (disfrute, logro, autodirección y poder social), como colectivistas (conformidad restrictiva y prosocial) o como mixtos (seguridad y madurez). El problema de la situación deportiva competitiva es que entran en conflicto los valores individualistas con los colectivistas. Es evidente en las situaciones de deportes de adversario o adversarios, y, de forma indirecta, en la de los deportes de equipo (aunque se pudiera fomentar la solidaridad, sólo se establecería ésta con los componentes del propio equipo).
Los valores se estructuran según un determinado sistema de valores, propios de cada cultura. El sistema de valores no es estático sino que los valores experimentan variaciones a medida que la cultura cambia. Pero, incluso aunque la cultura no experimente cambios, el sistema de valores se estructura de forma diferente en las diversas circunstancias y situaciones que son propias de esa cultura. Estas variaciones se refieren a la jerarquía, a la inversión y a la segmentación (Dumont, 1995). La segmentación de los valores es la distribución diferencial de los mismos en los diferentes ámbitos de la sociedad. En el momento actual, la tendencia oficial es la de segmentar el valor del triunfo deportivo: lo que es apropiado para la competición deportiva profesional o la alta competición no lo es para el ámbito deportivo escolar. Pero esta segmentación puede encontrar resistencias en los privados de tal disfrute. Así, muchas personas (alumnos, padres o profesores) pueden sentirse afectados al considerar que sus deseos de logro (individual) deben ser respetados ya desde los centros educativos, a pesar de que estos deseos afecten a los intereses colectivistas. Recordemos que el 73% de los padres se muestran a favor del deporte de alta competición para sus hijos (García Ferrando, 1997).
Como resultado de una investigación empírica sobre las atribuciones que las personas otorgan a los valores del deporte y a los valores de la educación física –con una muestra de 515 sujetos, de ambos sexos, entre 13 y 45 años, estudiantes de bachillerato, magisterio y profesores de educación física– Gutiérrez Sanmartín (1994) encuentra estos cinco valores, en orden de importancia, expresados de la siguiente forma:
DEPORTE ------------------------------- EDUCACIÓN FÍSICA
1. Logro y poder social ----------------- 1. Sociabilidad
2. Deportividad y juego limpio ---------- 2. Éxito personal y de grupo
3. Expresión de sentimientos ----------- 3. Creatividad y cooperación
4. Compañerismo y diversión ----------- 4. Compañerismo y diversión
5. Habilidad y forma física --------------- 5. Superioridad y autoimagen
En el caso del deporte el valor más presente se encuadra dentro del dominio individualista, mientras que en el caso de la educación física está en dominios colectivistas. No obstante pueden observarse valores colectivistas en ambos casos. El autor del estudio encontró un dato alarmante procedente de la parte de la muestra correspondiente a los profesores de educación física: era el grupo que menos importancia le concedía al valor de la sociabilidad para la educación física. Este dato parece contravenir tanto la tendencia normativa de la administración educativa como la disposición ideológica manifestada a priori por la mayoría de profesores, por lo que merece ser objeto de otros estudios e investigaciones.
3. Propuestas de aplicación para aumentar los valores socializantes
Si partimos de las funciones que tiene asignada la institución educativa (la educación en valores, la educación integral, la socialización), y del marco para el deporte educativo mencionado anteriormente, el camino ya está señalizado. No olvidemos tampoco a las personas objeto de nuestra intervención y tengamos presente lo que Petrus (1998) se encarga de señalar: un marco ético para la intervención educativa en el deporte, que expone como una serie de derechos de los alumnos:
1. Derecho a hacer deporte educativo
2. Derecho a jugar y divertirse a través del deporte
3. Derecho a ser tratado con dignidad
4. Derecho a ser entrenado por profesionales competentes
5. Derecho a competir con iguales
6. Derecho a hacer deporte con seguridad
7. Derecho a disponer de tiempo libre
8. Derecho a no ser campeón.
Así, las propuestas prácticas para la aplicación en la intervención educativa deportiva son del tipo de las mencionadas a continuación para los deportes institucionalizados. Pueden utilizarse una a una, o combinándolas. Algunas de ellas requieren una información personalizada y un previo consenso.
- Para voleibol.- Disponer el juego de forma que se persiga que el balón permanezca en juego el mayor tiempo posible; de esta forma se incrementa la participación.
- Para fútbol.- Determinados alumnos (chicos sobre todo) sólo pueden actuar utilizando la pierna no dominante. Así aumentará la colaboración y la participación de los menos diestros.
- Para deportes individuales.- Proponer la consideración prioritaria de la autocompetición frente a la intercompetición –mediante la comparación de los resultados obtenidos en diferentes momentos– para la valoración individual.
- Para deportes colectivos.- El jugador que marca o consigue puntuar se cambia de equipo. De esta forma se relativiza el marcador o resultado final.
- Para deportes colectivos.- Se limita la oportunidad para marcar hasta que todos los componentes del equipo hayan intervenido. De esta forma aumenta la intervención.
- Para todos los deportes.- Se configura un listado de expresiones malsonantes, tacos o insultos, que puntuarán negativamente o eliminarán al jugador. Favorece la comunicación.
- Para todos los deportes.- Se limitan las zonas (determinados espacios físicos) de actuación de los más aventajados. Debe consensuarse. Persigue el aumento de la participación de los menos diestros.
- Para todos los deportes.- No se debe centrar la calificación del alumno de educación física en torno a su rendimiento deportivo.
4. Una conclusión y otro camino: un punto de contacto
Si el deporte, como fenómeno social y cultural, está muy enraizado en los hábitos de una buena parte de la población y se sostiene con unas formas que no son coincidentes con las intenciones educativas, se puede pensar en prescindir de él como medio educativo. Personalmente no veo acertado el planteamiento pues parece concebir el deporte únicamente en su manifestación fuerte. Tanto si tenemos en cuenta la primera acepción del término, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, como si consideramos los juegos deportivos tradicionales de Parlebas (1988) por su mayor densidad en las redes de comunicación, como si rebajamos los componentes que caracterizan a las actividades deportivas, nos encontramos con un campo nada despreciable para la intervención educativa.
Por otro lado, las instituciones educativas –y las intenciones educativas, a las que dan forma– no seencuentran representadas con la frecuencia deseable en los medios de comunicación de masas. No hay una suficiente –ni mínima, posiblemente– presencia de las áreas y asignaturas que nuestros alumnos cursan, en los medios de comunicación. Y cuando hacen su aparición, o no tienen un riguroso tratamiento, o son de difícil acceso (por ejemplo, por un horario inadecuado). Sin embargo, el deporte esta ahí. Incluso con todas las connotaciones comentadas, su casi ineludible presencia nos acerca de alguna forma a nuestros alumnos. Por tanto, creo que existe una vía de comunicación entre nuestro área y el medio social que para sí ya quisieran otros. Por supuesto, las interferencias están garantizadas, pero incluso ellas son motivo de contacto y de trabajo con los alumnos.
Bibliografía
Blázquez Sánchez, D. (1995). La iniciación deportiva y el deporte escolar. Barcelona: INDE.
Comité Olímpico Internacional (1993). Carta Olímpica de 16 de junio de 1991. En VV.AA. Textos Legales. Legislación deportiva. Madrid: Consejo Superior de Deportes/ B.O.E.
Cortés N.; Astrain, C. y Barbero, J.I. (1996). El deporte en la escuela. Narración en torno a una práctica de investigación-acción. Actas del III Congreso Nacional de E.F. de Facultades de Educación y XIV de Escuelas Universitarias de Magisterio. Guadalajara: Universidad de Alcalá.
Dumont, L. (1995). El valor en los modernos y en los otros. En Velasco, H. (ed.) Lecturas de antropología social y cultural. Madrid: UNED.
Fernández García, E. (1998). El deporte en la escuela. Diferentes modelos para la enseñanza del deporte. Élide, 0, 71-76.
García Ferrando, M. (1997). Los españoles y el deporte. 1988-1995. Valencia: Tirant Lo Blanch.
Gutiérrez Sanmartín, M. (1995). Valores sociales y deporte. Madrid: Gymnos.
Parlebas, P. (1988). Elementos de sociología del deporte. Málaga: Junta de Andalucía/Unisport.
Petrus, A. (1988). El deporte escolar hoy. Valores y conflictos. Aula, 68, 6-10.
Quienes han abierto este debate y quienes han calificado al 2004 como año de la educación a través del deporte –que tendrá, dicen, continuidad en el 2005, desarrollándose “medidas específicas”– tienen ante sí estos problemas. Por ahora, lo más que más se ha escuchado en las jornadas celebradas, son las propuestas realizadas por representantes de las administraciones educativas y deportivas, atendiendo a los valores educativos del deporte y a la importancia de la colaboración de los voluntarios. Esta mención, la de los voluntarios, nos hace temer a buena parte de los profesores de educación física que la seriedad del debate y de la preocupación por el deporte y sus valores, se quede en nada.
Mientras tanto, y por nuestra parte, vamos a intentar aclarar algo sobre el supuesto sentido educativo del deporte. Para ello, partimos de la exposición de una experiencia concreta.
Cortés et al (1996) llevan a cabo una experiencia sobre el deporte – en un centro de Secundaria– caracterizada por la organización de actividades deportivas de forma autónoma por parte de los alumnos. Lo hacen al principio del curso académico, como parte de una unidad didáctica denominada Reflexión sobre los deportes. Durantes seis sesiones los alumnos juegan, organizan, observan, hacen de entrenadores, de capitanes, de suplentes, de árbitros, etc. Los resultados de las observaciones y anotaciones (que fueron cuantificadas y comentadas con el grupo como parte de las actividades de la unidad didáctica) no son alentadores: una alta presencia de lenguaje soez, sexista, discriminatorio y agresivo, comportamientos discriminatorios en razón de sexo y de diferencias en habilidad motriz, enfrentamientos, autodiscriminaciones, pasividad, intentos de hacer trampas...
Es razonable suponer que dicha “puesta en escena” es consecuencia de modelos deportivos basados en la alta competición, suficientemente divulgados y conocidos por los alumnos (Fernández, 1998), a pesar del planteamiento emic de la competición deportiva –“un imponente aparato ético” (Parlebas, 1988)–, en el que debemos encontrar la idoneidad educativa del deporte (Carta Olímpica del año 1993).
La línea actual de la Administración Educativa –expresada en nuestra Comunidad Autónoma (Consejería de Educación y Ciencia, 1992; 1994) en los decretos 106/92 para la ESO y 126/94 para el Bachillerato– parece distanciarse del modelo deportivo profesional y de alta competición, para subrayar el interés de otros aspectos, como su aprovechamiento para favorecer la comunicación y la socialización, por un lado, y para insistir en ofertar el deporte con carácter abierto a la participación de todos (incluyendo la atención a la diversidad). Así, de los valores intrínsecos del deporte que Seirullo propone (Blázquez, 1995) –agonístico, lúdico y eronístico–, es el agonístico el que pierde peso específico y presencia en el discurso oficial educativo. Al proponer un modelo abierto a la participación se merma otra característica de la alta competición: la selección de los más eficientes desde el punto de vista motriz.
En el anexo II del Decreto 106/92 se escribe “...es necesario aprovechar las posibilidades educativas que el deporte ofrece como: acatar las reglas, las normas, las decisiones, el respeto y la tolerancia hacia el juez y los adversarios, la aceptación de la derrota, el aprender a recibir la victoria sin estridencias y el establecimiento de relaciones de amistad y afecto entre compañeros y eventuales adversarios”.
De ello se derivan una serie de justificaciones que hacen del deporte un medio educativo apropiado:
- El deporte puede favorecer aprender a perder.
- El deporte puede enseñar el respeto a unas normas y el autocontrol de la persona.
- El deporte puede incrementar la capacidad de relacionarse unos con otros.
Nótese la forma condicional con la que están expresadas las justificaciones ya que, a la vista de lo expuesto anteriormente (la experiencia de Cortés) parece razonable que, para que se puedan trabajar dichas justificaciones es necesaria la intervención educativa y no bastará la simple mención o expresión de las mismas. Es precisamente la necesidad de esta intervención educativa, lo que hace que el deporte escolar no sea equivalente al deporte en edad escolar (Blázquez, 1995), pues el practicado en ambientes ajenos al educativo suscita situaciones alejadas de los objetivos educativos, sobre todo cuando no están presentes los educadores, y sí los entrenadores o padres (Petrus, 1988).
A la vista de lo considerado, el marco que pudiera sostener el deporte educativo, siguiendo a Burriel y Carranza (1995), debiera propiciar las ideas preconizadas por la Administración Educativa, que pueden resumirse como sigue:
Tener un carácter abierto a la participación de todos.
Tener como fin las intenciones educativas expresadas en los objetivos generales.
No tener como fundamental el resultado de la actividad (ganar o perder).
2. Los valores deportivos y los valores sociales
La insistencia en el poder socializador del deporte parece un argumento de peso acerca de la conveniencia de su inclusión como medio educativo. Por ello, parece adecuado intentar exponer cuáles son los valores sociales con los que el deporte pueda llegar a colaborar o contribuir. Los valores son definidos por Rokeach (Gutiérrez, 1995) como “una creencia duradera donde un modo de conducta o un estado último de existencia es personal y socialmente preferible a un opuesto modo de conducta o estado último de existencia”. Schwartz y Bilski (1990), en la línea culturalista, presentan unas categorías de valores a los que agrupan en una serie de dominios de contenido, expuestos a continuación:
· DISFRUTE
· SEGURIDAD
· REALIZACIÓN, LOGRO.
· AUTODIRECCIÓN
· CONFORMIDAD RESTRICTIVA
· PROSOCIAL
· PODER SOCIAL
· MADUREZ
La incidencia sobre las relaciones individuo-grupo o individuo-sociedad coloca a estos dominios de contenido como individualistas (disfrute, logro, autodirección y poder social), como colectivistas (conformidad restrictiva y prosocial) o como mixtos (seguridad y madurez). El problema de la situación deportiva competitiva es que entran en conflicto los valores individualistas con los colectivistas. Es evidente en las situaciones de deportes de adversario o adversarios, y, de forma indirecta, en la de los deportes de equipo (aunque se pudiera fomentar la solidaridad, sólo se establecería ésta con los componentes del propio equipo).
Los valores se estructuran según un determinado sistema de valores, propios de cada cultura. El sistema de valores no es estático sino que los valores experimentan variaciones a medida que la cultura cambia. Pero, incluso aunque la cultura no experimente cambios, el sistema de valores se estructura de forma diferente en las diversas circunstancias y situaciones que son propias de esa cultura. Estas variaciones se refieren a la jerarquía, a la inversión y a la segmentación (Dumont, 1995). La segmentación de los valores es la distribución diferencial de los mismos en los diferentes ámbitos de la sociedad. En el momento actual, la tendencia oficial es la de segmentar el valor del triunfo deportivo: lo que es apropiado para la competición deportiva profesional o la alta competición no lo es para el ámbito deportivo escolar. Pero esta segmentación puede encontrar resistencias en los privados de tal disfrute. Así, muchas personas (alumnos, padres o profesores) pueden sentirse afectados al considerar que sus deseos de logro (individual) deben ser respetados ya desde los centros educativos, a pesar de que estos deseos afecten a los intereses colectivistas. Recordemos que el 73% de los padres se muestran a favor del deporte de alta competición para sus hijos (García Ferrando, 1997).
Como resultado de una investigación empírica sobre las atribuciones que las personas otorgan a los valores del deporte y a los valores de la educación física –con una muestra de 515 sujetos, de ambos sexos, entre 13 y 45 años, estudiantes de bachillerato, magisterio y profesores de educación física– Gutiérrez Sanmartín (1994) encuentra estos cinco valores, en orden de importancia, expresados de la siguiente forma:
DEPORTE ------------------------------- EDUCACIÓN FÍSICA
1. Logro y poder social ----------------- 1. Sociabilidad
2. Deportividad y juego limpio ---------- 2. Éxito personal y de grupo
3. Expresión de sentimientos ----------- 3. Creatividad y cooperación
4. Compañerismo y diversión ----------- 4. Compañerismo y diversión
5. Habilidad y forma física --------------- 5. Superioridad y autoimagen
En el caso del deporte el valor más presente se encuadra dentro del dominio individualista, mientras que en el caso de la educación física está en dominios colectivistas. No obstante pueden observarse valores colectivistas en ambos casos. El autor del estudio encontró un dato alarmante procedente de la parte de la muestra correspondiente a los profesores de educación física: era el grupo que menos importancia le concedía al valor de la sociabilidad para la educación física. Este dato parece contravenir tanto la tendencia normativa de la administración educativa como la disposición ideológica manifestada a priori por la mayoría de profesores, por lo que merece ser objeto de otros estudios e investigaciones.
3. Propuestas de aplicación para aumentar los valores socializantes
Si partimos de las funciones que tiene asignada la institución educativa (la educación en valores, la educación integral, la socialización), y del marco para el deporte educativo mencionado anteriormente, el camino ya está señalizado. No olvidemos tampoco a las personas objeto de nuestra intervención y tengamos presente lo que Petrus (1998) se encarga de señalar: un marco ético para la intervención educativa en el deporte, que expone como una serie de derechos de los alumnos:
1. Derecho a hacer deporte educativo
2. Derecho a jugar y divertirse a través del deporte
3. Derecho a ser tratado con dignidad
4. Derecho a ser entrenado por profesionales competentes
5. Derecho a competir con iguales
6. Derecho a hacer deporte con seguridad
7. Derecho a disponer de tiempo libre
8. Derecho a no ser campeón.
Así, las propuestas prácticas para la aplicación en la intervención educativa deportiva son del tipo de las mencionadas a continuación para los deportes institucionalizados. Pueden utilizarse una a una, o combinándolas. Algunas de ellas requieren una información personalizada y un previo consenso.
- Para voleibol.- Disponer el juego de forma que se persiga que el balón permanezca en juego el mayor tiempo posible; de esta forma se incrementa la participación.
- Para fútbol.- Determinados alumnos (chicos sobre todo) sólo pueden actuar utilizando la pierna no dominante. Así aumentará la colaboración y la participación de los menos diestros.
- Para deportes individuales.- Proponer la consideración prioritaria de la autocompetición frente a la intercompetición –mediante la comparación de los resultados obtenidos en diferentes momentos– para la valoración individual.
- Para deportes colectivos.- El jugador que marca o consigue puntuar se cambia de equipo. De esta forma se relativiza el marcador o resultado final.
- Para deportes colectivos.- Se limita la oportunidad para marcar hasta que todos los componentes del equipo hayan intervenido. De esta forma aumenta la intervención.
- Para todos los deportes.- Se configura un listado de expresiones malsonantes, tacos o insultos, que puntuarán negativamente o eliminarán al jugador. Favorece la comunicación.
- Para todos los deportes.- Se limitan las zonas (determinados espacios físicos) de actuación de los más aventajados. Debe consensuarse. Persigue el aumento de la participación de los menos diestros.
- Para todos los deportes.- No se debe centrar la calificación del alumno de educación física en torno a su rendimiento deportivo.
4. Una conclusión y otro camino: un punto de contacto
Si el deporte, como fenómeno social y cultural, está muy enraizado en los hábitos de una buena parte de la población y se sostiene con unas formas que no son coincidentes con las intenciones educativas, se puede pensar en prescindir de él como medio educativo. Personalmente no veo acertado el planteamiento pues parece concebir el deporte únicamente en su manifestación fuerte. Tanto si tenemos en cuenta la primera acepción del término, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, como si consideramos los juegos deportivos tradicionales de Parlebas (1988) por su mayor densidad en las redes de comunicación, como si rebajamos los componentes que caracterizan a las actividades deportivas, nos encontramos con un campo nada despreciable para la intervención educativa.
Por otro lado, las instituciones educativas –y las intenciones educativas, a las que dan forma– no seencuentran representadas con la frecuencia deseable en los medios de comunicación de masas. No hay una suficiente –ni mínima, posiblemente– presencia de las áreas y asignaturas que nuestros alumnos cursan, en los medios de comunicación. Y cuando hacen su aparición, o no tienen un riguroso tratamiento, o son de difícil acceso (por ejemplo, por un horario inadecuado). Sin embargo, el deporte esta ahí. Incluso con todas las connotaciones comentadas, su casi ineludible presencia nos acerca de alguna forma a nuestros alumnos. Por tanto, creo que existe una vía de comunicación entre nuestro área y el medio social que para sí ya quisieran otros. Por supuesto, las interferencias están garantizadas, pero incluso ellas son motivo de contacto y de trabajo con los alumnos.
Bibliografía
Blázquez Sánchez, D. (1995). La iniciación deportiva y el deporte escolar. Barcelona: INDE.
Comité Olímpico Internacional (1993). Carta Olímpica de 16 de junio de 1991. En VV.AA. Textos Legales. Legislación deportiva. Madrid: Consejo Superior de Deportes/ B.O.E.
Cortés N.; Astrain, C. y Barbero, J.I. (1996). El deporte en la escuela. Narración en torno a una práctica de investigación-acción. Actas del III Congreso Nacional de E.F. de Facultades de Educación y XIV de Escuelas Universitarias de Magisterio. Guadalajara: Universidad de Alcalá.
Dumont, L. (1995). El valor en los modernos y en los otros. En Velasco, H. (ed.) Lecturas de antropología social y cultural. Madrid: UNED.
Fernández García, E. (1998). El deporte en la escuela. Diferentes modelos para la enseñanza del deporte. Élide, 0, 71-76.
García Ferrando, M. (1997). Los españoles y el deporte. 1988-1995. Valencia: Tirant Lo Blanch.
Gutiérrez Sanmartín, M. (1995). Valores sociales y deporte. Madrid: Gymnos.
Parlebas, P. (1988). Elementos de sociología del deporte. Málaga: Junta de Andalucía/Unisport.
Petrus, A. (1988). El deporte escolar hoy. Valores y conflictos. Aula, 68, 6-10.
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